Dentro de todas las posibilidades del mundo audiovisual y según mi humilde opinión, hacer cortos animados debe estar dentro de las mejores y más puras formas de expresión artística, si agregamos la falta de un diálogo hablado, la suma final es un producto rico en profundidad, espectacularidad visual e interpretaciones múltiples por parte del espectador. Los pocos minutos de duración de este contenido obliga al autor a crear una historia interesante e intensa, le obliga a explotar su imaginación y el público tiene el deber de interpretar según su estado de ánimo, verá lo que quiera o pueda ver y esa magia es única dentro del mundo de las producciones audiovisuales.
Para los personajes como yo, que gustamos de escribir sobre estas cosas, es todo un reto hacer justicia sobre estas pequeñas obras de arte, limitarse a lo técnico es un atropello y contar mi interpretación es spoiler; con esta sensación al teclado quiero compartir con ustedes sobre: “The house of small cubes”.
Este corto animado, del año 2008 y dirigido por Kunio Kato, está disponible en la plataforma digital Netflix y Youtube (seguramente también en otros sitios dentro de la web). En doce minutos cuenta una emotiva historia contextualizada en un mundo apocalíptico: con esto no me refiero a nuestro concepto habitual de fin del mundo, en este caso, el planeta por alguna razón está siendo devorado por el mar, me explico, el nivel del agua está tan alto que la gente debe vivir y transportarse en botes, otros, como nuestro protagonista, construye un pequeño cubo sobre su casa cada vez que el nivel del mar vuelve a inundar su hogar.
Precisamente de la idea anterior viene el nombre de la animación, cada casa es un pequeño cubo construido sobre el anterior haciendo una especie de edificio donde solo es visible y habitable el último cuarto construido, pues el resto está completamente sumergido bajo el agua. Los primeros minutos narran esta historia y cuentan sobre nuestro personaje principal, un abuelito que al levantarse un día se encuentra nuevamente con el agua dentro de su casa y comienza la edificación de su nuevo hogar.
Hasta este punto, la narración es plana, muy pintoresca, entregando una sensación de comodidad al verla, eso es agradable, nunca es agresiva para el espectador; ahora en este momento es cuando ocurre el detonante que impulsa al corto a su clímax: su querida pipa se cae al agua, nuestro abuelito no puede reemplazarla aunque lo intenta y se siente obligado a ir a las profundidades del mar a buscarla, entonces con un traje de buzo se lanza a la aventura de encontrar su pipa, sin embargo, lo que encuentra en su viaje es maravillosamente más grande e insondable que el cariño por su pipa.
¿Por qué vine a escribir sobre esto? Pues es sencillo, desde este punto en la narración comienza una historia muy profunda, ya que nuestro personaje, que a esa altura ya es querido por el espectador, se convierte en nuestro guía en un sencillo pero fabuloso recorrido que nos lleva a los principios de su historia y gentilmente nos involucra con sus sentimientos.
Sumando a este toque, nos enfrentamos a un dibujo por lejos poco común pero no desconocido, un ambiente monocromático que entrega una sensación antigua, perfecta para el tipo de narración. La musicalización es suficiente, no es espectacular, no obstante calza justo en su propósito, posiblemente con un poco más de recurso este punto sería mucho más contundente, pero está bien.
Mis sugerencias para el espectador: véala solo, así como los que aman la pintura, tome su tiempo para disfrutar de esta obra que seguramente será de su agrado y tiene mucho que entregar a aquel que se tome el tiempo de disfrutarla.
Para aquellos que deseen verla, dejo acá el enlace a YouTube. Disfruten.
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